19/4/12

esa arma de doble filo



No se cuando empecé a recordar, no con exactitud. Recuerdo bien el momento en que recordar empezó a dolerme, recuerdo perfecto el agridulce de los recuerdos que llevaban vertiginosamente mis sentimientos y emociones a lugares pasadamente conocidos. Cuándo un recuerdo me conflictuó al grado de no saber decir esto o aquello, sentí así o así porque hubo todo esto y ahora que lo nombro me sucede esto aquello.
Recuerdo perfecto cuándo recordar se convirtió en un detonante para la forma, el trazo, el recorte, el sonido y la palabra. Recuerdo perfecto cuando descubrí ese doble filo de la memoria: la capacidad de traer al presente de la realidad interna. Por que los recuerdos sólo habitan dentro de unx. Recuerdo cuando se desbordó mi memoria y me fue imposible, por mucho, tiempo cerrar heridas.
¿cuánto tiempo dura el olvido? ¿cuánto dura el final?
Supongo que esa indomable y caprichosa capacidad se entiende, de alguna manera, sola. Tiene sabiduría propia y en ella hay que confiar porque aún no conozco quien puede domesticar del todo sus recuerdos y con ellos las emociones. Es así, pues, la memoria: arma de dos filos, capacidad indomable.
¿Cómo detenerla cuando esta sucediendo? ¿justo cuando finaliza el olvido? Y ¿cuándo dejamos de vivir ese retorno del momento?
¿Es el decir, el hablar, elaborar el sentimiento una y otra vez aquello que lo desgasta?
¿Qué acción mágica es la palabra?
Existe en esa otra lengua, que descubrimos a diario, donde hallaremos esa calma. Ese prometido silencio
 DE UN PASADO RECIENTE, QUE AHORA SE VE AÚN MAS LEJANO





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